Cuentos cortos de Rabindranath Tagore

El cartero malo

Madre, di, ¿por qué estás tan callada y tan triste, sentada ahí, en el suelo? ¿No ves que la lluvia entra por la ventana y que te está mojando?
Oye, el gong está dando las cuatro y hermano tiene que volver ya del colegio. ¿Qué té pasa, di madre, por qué estás tan rara? ¿Es que no has tenido hoy carta de papá?
A todo el pueblo le trajo hoy el cartero una carta, yo lo he visto.
Sólo las cartas de papá se las guarda en un saco para leérselas él.
¡Madre! ¡Estoy seguro de que el cartero es muy malo!... Pero no estés triste por eso, madre. Mira, mañana es la feria del pueblo. Que vaya la criada y compre plumas y papel. Yo mismo te voy a escribir todas las cartas de papá. Y verás que no encuentras ni una falta.
Te escribiré derechito desde la A hasta la K... ¿Por qué te estás riendo, madre?
¿Tú crees que yo no sé escribir tan bien como papá?
Ya verás, yo rayaré el papel con una regla, y pondré mucho cuidado, y haré bien grandes las letras.
Y cuando concluya, ¿piensas que voy a ser tonto como papá, que echa las cartas en el saco de ese cartero feo?
¡Te la traeré yo mismo al momento y te ayudaré a deletrearla! ¡Ya sé que al cartero no le gusta darte las cartas más buenas!

El astrónomo

¡Oh, si pudiéramos coger la luna, al anochecer, cuando es completamente redonda y se engancha en las ramas del cadabo! -no dije más que eso.
Pero Dadá, mi hermano mayor, se burló de mí:
-No he conocido a nadie tan tonto como tú. La luna está muy lejos, ¿cómo podríamos cogerla?
Yo dije:
-¡El tonto eres tú, Dadá! Cuando, desde la ventana, Mamá mira cómo jugamos en el patio y nos sonríe, ¿te parece que está muy lejos?
Pero Dadá replicó:
-Pobre ignorante, ¿dónde encontraríamos una red bastante grande para coger la luna?
Yo dije:
-Podrías cogerla perfectamente con las manos.
Dadá se echó a reír y me dijo:
-¡Nunca vi un niño tan simple! ¡Si la luna se acercara, ya me dirías tú si es grande o no!
Yo dije:
-Dadá, ¡qué barbaridades te enseñan en la escuela! Cuando Mamá se inclina para besarnos, ¿te parece que su cara es muy grande?
Pero Dadá repite:
-Eres un pobre tonto.

El oficio de autor

Me dices que papá escribe muchos libros, pero no entiendo nada de lo que escribe.
Se pasó toda la noche leyendo para ti, ¿pero has podido descubrir realmente el significado de todo aquello?¡Tú sí, madre; tú sí que sabes contar bonitas historias! No entiendo por qué papá no puede escribir cuentos como los tuyos.
¿Es que su madre nunca le contó historias de gigantes, hadas y princesas? ¿O tal vez las ha olvidado?
A menudo se retrasa para ir a su baño, y tienes que llamarlo cien veces.
Tú lo esperas, le conservas los platos calientes, pero él sigue escribiendo y lo olvida todo.
Papá sólo sabe jugar a escribir libros.
Si alguna vez me voy a jugar en el cuarto de papá, vienes en seguida a buscarme y dices que soy malo.
Si hago un poco de ruido, me riñes: ‘¿No ves que papá está trabajando?’ ¿Por qué le gustará tanto escribir, escribir siempre?
Cuando cojo la pluma o el lápiz de papá y escribo en su cuaderno a b c d e f g h i exactamente como él, ¿por qué te enfadas conmigo, madre? Pero nunca protestas cuando es papá quien escribe.
Ni te importa que papá malgaste tanto papel.
Pero si yo cojo una sola hoja para hacerme un barco, me gritas en seguida: ‘¡Hijo mío, qué pesado eres!’ ¿Por qué no riñes a papá, que estropea hojas y más hojas, llenándolas de letras negras por los dos lados?

El regalo

Quiero hacerte un regalo, hijo mío, pues la vida nos arrastra a la deriva.
El destino nos separará, y nuestro amor será olvidado.
Ya sé que sería demasiada ingenuidad creer que puedo comprar tu corazón con mis regalos.
Tu vida es aún joven, tu camino largo. Bebes de un sorbo la ternura que te ofrecemos, luego te vuelves y te vas de nuestro lado.
Tienes tus juegos y tus compañeros, y comprendo que no nos dediques ni tu tiempo ni tus pensamientos.
Pero a nosotros la vejez nos da ocasión de recordar los días pasados, de reencontrar en nuestro corazón lo que nuestras manos perdieron para siempre.
El río corre rápidamente y rompe, cantando, todos los obstáculos que se le presentan. Pero la montaña inmóvil lo ve pasar con amor y guarda su recuerdo.

Juguetes

¡Qué feliz eres, niño, sentado en el polvo, divirtiéndote toda la mañana con una ramita rota! Yo sonrío al verte jugar con ese trocito de madera.
Yo estoy ocupado haciendo cuentas, y me paso horas y horas sumando cifras.
Tal vez me miras con el rabillo del ojo y piensas: "¡Qué necedad perder la tarde con un juego como ése!"
Niño, los bastones y las tortas de barro ya no me divierten; he olvidado tu arte.
Persigo entretenimientos costosos y amontono oro y plata.
Tú juegas con el corazón alegre con todo cuanto encuentras. Yo dedico mis fuerzas y mi tiempo a la conquista de cosas que nunca podré obtener.
En mi frágil esquife pretendo cruzar el mar de la ambición, y llego a olvidar que también mi trabajo es sólo un juego.

La ladrona del sueño

¿Quién ha robado el sueño de los ojos del niño? Yo lo descubriré.
La madre había ido al pueblo vecino a buscar agua, con el cántaro abrazado a la cintura.
Era mediodía. Los niños habían interrumpido sus juegos, y los patos, en la charca, habían callado.
El pastorcillo dormía a la sombra de la higuera.
La grulla, grave e inmóvil, permanecía de pie en el estero del bosque de mangles. Fue en este momento cuando la ladrona se acercó a coger el sueño de los ojos del niño y se lo llevó volando.
Cuando la mamá volvió, se encontró al niño gateando por todos los rincones de la estancia.
¿Quién ha robado el sueño de los ojos del niño? Quiero saberlo.
Quiero encontrar a la culpable y encadenarla.
Iré a ver aquella cueva oscura donde un minúsculo arroyo discurre por entre los terribles pedruscos.
Buscaré entre las sombras soñolientas del bosquecillo de bakula, donde, en las noches estrelladas y quietas, las ajorcas tintinean en los pies de las hadas.
Por la tarde, en el bosque, mis ojos escrutarán la susurrante soledad de los bambúes. Allí las luciérnagas prodigan sus luces y preguntaré a todos los seres que encuentre:
-¿Pueden decirme dónde vive la ladrona del sueño?
¿Quién ha robado el sueño de los ojos del niño? Yo lo descubriré.
¡Si la alcanzo ya le daré trabajo! Asaltaré su nido y veré dónde guarda todos los sueños robados.
Le arrebataré su botín y me lo llevaré conmigo.
Luego ataré fuertemente las alas de la ladrona y la dejaré al borde del agua. ¡Que se divierta pescando con un junco entre los nenúfares! Y al atardecer, cuando el mercado del pueblo haya acabado y los niños descansen en el regazo de sus madres, entonces los pajarracos de la noche la aturdirán con sus burlas:
-Ea, ¿a quién le robarás el sueño ahora?

Superioridad

¡Mamá, tu niña es tonta! ¡Qué ridícula es! No acierta a distinguir las luces de la calle y las estrellas.
Cuando jugamos a comer piedrecillas, se cree que son buenas para masticar e intenta metérselas en la boca.
Cuando abro un libro ante sus ojos y le pido que aprenda el abecé, rompe las hojas y se echa a reír sin motivo.
¡Mira cómo tu niña aprende sus lecciones! Cuando muevo la cabeza, irritado, y la riño diciéndole que es mala, lo encuentra tan divertido que vuelve a reír.
Todo el mundo sabe que papá no está aquí, pero si jugando yo grito "¡Papá, papá!", vuelve a todas partes sus ojos asombrados y se imagina que papá está junto a nosotros.
Cuando estoy dando clase a los borricos de la lavandera que viene a buscar la ropa, le explico que soy el maestro de la escuela, pero se pone a gritarme "hermano" sin parar.
Tu niña quiere coger la luna. ¡Qué absurda es! A Ganesh le llama Ganush. ¡Mamá, tu niña es tonta y ridícula!

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